(O la cotidianedidad de lo imprevisible)

A veces, cuando no sé muy bien de qué modo decir algo sobre las obras a las que voy, simplemente no las digo; sin embargo, esta vez hay una suerte de “tengo que” decir algo sobre esta obra. Y vaya que sí.

La puesta en escena del colectivo Espalda de Bogo gira en torno a la presencia de la muerte en lo cotidiano, en cómo esta se “entromete”, por así decirlo, en la vida y en las relaciones entre los tres personajes (una pareja que se conoce casualmente y un amigo común, que es un sicario) y además sobre cómo cada uno asume la presencia de la muerte en su los diversos aspectos vida.

La muerte danza es, a mi parecer, una exploración acerca de los alcances de la muerte, de lo que ella implica y envuelve. La muerte no solo ronda el ambiente de la obra, si no que es una presencia física. La muerte baila y recoge los cuerpos, la muerte interviene en cada acción que el personaje del sicario ejecuta. En tal sentido, La muerte danza es una puesta un tanto transgresora por su planteamiento mismo, en la que convergen diversos lenguajes; el de la música, el de la danza y teatro.

La muerte aquí no es imitación, no es mera representación: la muerte es simbólica, casi surreal y poética, llena de imágenes sugerentes una tras otra. No digo más porque creo que uno tiene que verla. Esto no es propiamente una crítica, sino el una manifestación del modo en el que logré, como espectadora, “apropiarme” de la obra. Hartos guiños literarios, (un trío amical que en un primer momento se me hizo bien murakameano –si cabe la palabra-) Y harta vitalidad también.

Teatro joven, independiente. Creo que a Espalda de Bogo hay que seguirle los pasos pues "se las traen".