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Crónica de una muerte anunciada

Publicado: 2012-01-29

Dirigida por Jorge Alí Triana

Llevar al lenguaje escénico un texto narrativo -en este caso la novela Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García M.- representa un desafío mayúsculo, que Alí Triana, con toda la experiencia  que posee en la adaptación y montajes teatrales basado en textos narrativos latinoamericanos, asume y libra exitosamente. Con un reparto de quince actores –algunos de los que representan doble o triple rol-, la puesta en escena del Británico se alzó como uno de los mejores montajes del 2011.

Se trata de una adaptación que, sin alejarse fidelidad de su texto matriz, es arriesgado e innovador. La historia relata, a través de los testimonios de los testigos del pueblo, la muerte de Santiago Nasar (Emanuel Soriano) a manos de los hermanos Vicario (Franklin Dávalos y Óscar López) en venganza por –supuestamente- haberle quitado la honra a su hermana menor, Ángela Vicario (Nidia Bermejo) devuelta por su esposo, Bayardo San Román (Sebastián Monteghirfo), en la noche de bodas al comprobar que no era casta. El hilo argumental, entonces, discurre básicamente durante el último día de vida de Nasar, las acciones que ejecuta desde que se levanta, el secreto a voces de su potencial asesinato y su muerte; además hay mención a sucesos pasados y futuros.

Lo interesante de este montaje radica no solo en la calidad de las actuaciones, muy convincentes y correctas en su mayoría –por momentos me pareció un poco floja la participación de Orué, sobre todo en el rol de Divina Flor-, sino en los elementos escénicos a los que se recurre para lograr esa fidelidad con el texto original. De acuerdo con esto, la adaptación trasmite una amplitud de sentidos a través de los recursos empleados; en primera instancia, las acciones se desarrollan en una escenografía a modo de una plaza de toros, que metafóricamente induce al espectador a pensar en la “trampa” en la que Santiago está, sin escape; ya que todos saben que lo van a matar, menos él. Esta plaza toma diversas formas con sus propios elementos y en ella se desplazan y posicionan los demás personajes. Gran acierto el de constituir una suerte de coro que va narrando los hechos –además del rol de narrador, que es partícipe activo en la construcción de la trama, bien interpretado por Gonzalo Molina- ya que emite la sensación que, a mi parecer, produce la lectura del texto de García Márquez: mostrar la totalidad de voces sin llegar a mezclarse o dejar de ser claras; es decir, se conserva el aspecto narrativo a través de la conjunción de los diversos elementos escénicos en conjunción con el trabajo de los actores. El manejo de la iluminación es otro aspecto a favor, pues hace presente lo abstracto –muerte, miedo- y “colorea” sutilmente la puesta en escena.

Destaco lo bien resueltas que estuvieron la escena del asesinato de Santiago Nasar –cuya “cámara lenta” reproduce la meticulosidad con que GM narra ese episodio- y la escena del cierre.


Escrito por

Gabriela Javier Caballero

Estudiante de Literatura de la Universidad Nacional de San Marcos; ha llevado un taller de crítica teatral con Sara Joffré y el seminario \"Análisis del trabajo del actor\", dictado por el argentino Jorge Dubatti. Interesada en la crítica y en la investigación


Publicado en

El teatro sabe

teatro, espectáculo, cultura