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“Lo otro viene de un lugar que no es el mío” Crítica a El lenguaje de las sirenas

Publicado: 2012-07-31

Colectivo Teatral Víaexpresa

Dramaturgia y Dir. Mariana de Althaus

“Quien escucha la voz de las Sirenas ya nunca se verá rodeado de su esposa y tiernos hijos, antes bien, lo hechizan éstas con su sonoro canto sentadas en un prado donde las rodea un gran montón de huesos humanos putrefactos, cubiertos de piel seca.”

-Camille, en El lenguaje de las sirenas-

Mariana de Althaus, dramaturga y directora teatral, ha estrenado en la sala del Museo de Arte de Lima El lenguaje de las sirenas, obra ganadora del premio Iberescena el año 2007. La obra de Althaus es un retrato de una familia limeña aparentemente modélica -pero disfuncional- de clase alta, que va a la playa pese a que la alerta de tsunami. Ese mar embravecido y con olas enormes en cuya orilla la familia se instala -como fríos espectadores ante la bravura de la naturaleza- arroja a sus pies un ser fantástico que trocará sus relaciones y los enfrentará con lo real de su situación como familia y como seres humanos: una sirena. Solo ese hecho los “despertará” de su letargo. La familia, conformada por Félix (Javier Valdés), empresario exitoso y prepotente; Margot (Sofía Rocha), madre frívola y superficial; Camille (Laura Aramburú), hija retraída y con problemas de comunicación al parecer inexplicables; y Paul, (Sergio Gjurinovic) joven hijo que busca aceptación por parte de su padre, ve así alterado el transcurrir normal de su fin de semana en la playa. Empero, hay particularidades en esta sirena (Gabriela Merino), que la hacen aún más “especial”: es ‘chola’ y quechuahablante, solo la entiende -a medias- la empleada (Andrea Fernández). Interviene también Marco Antonio Huachaca (Robert) joven mestizo -diferente racialmente de la familia en sí- colaborador en la empresa de Félix, cuya presencia añade también algunos conflictos en la familia. La aparición sobrenatural consterna a la familia y cada uno va revelando su parecer con respecto de ese ser fantástico.

Para quienes conocemos la línea temática de las obras de Mariana de Althaus, salta a la vista que El lenguaje de las sirenas trasunta tópicos recurrentes de la autora, como las familias fragmentadas y las mujeres portadoras de algún saber o palabra especial, en general, de la figura de la mujer misma. Así, Camille puede comunicarse y traducir el lenguaje de la sirena, ese “otro modo de decir” -que solo la empleada, por su condición de migrante conoce- y que ella, ante la sorpresa de su familia, entiende también. El texto escénico que construye Mariana de Althaus es efectivo y consistente. El elemento fantástico, pese a su propia naturaleza, no está fuera de lugar y más bien es cohesionador de la puesta: desequilibra para equilibrar. Consideramos este montaje supera a los dos anteriores del colectivo (Madrugada y Astronautas).

Se trata de una construcción dramatúrgica de alguien con experiencia, lo cual se traduce en la solvencia de los elementos escénicos. Si bien es cierto el texto dramático ha sido cambiado y cortado para ser puesto en escena, estos “cortes” no se dejan ver, pues la construcción del texto escénico es coherente. Las luces y el constante rugir de las olas del mar son modulados y colocan al espectador en la atmósfera ideal que la obra pretende transmitir: intensos y fuertes en algunos momentos, o suaves y débiles en otros. Destacamos las actuaciones de Laura Aramburú, Sofía Rocha y Andrea Fernández, que logran un desempeño solvente, adecuado a la condición que representan. No sucede lo mismo con las participaciones de Sergio Gjurinovic y Marco Antonio Huachaca, cuyas interpretaciones resultan poco convincentes.

Si bien, como hemos mencionado, se trata de un montaje plausible y coherente -aunque recurre al retrato de estereotipos y demás vicios comunes que apelan a la risa fácil del público, que estalla en carcajadas cada vez que escucha la palabra “cholo”-, son otros los puntos que nos invitan a la reflexión; en particular la cuestión de la construcción de ese ser completamente otro -la sirena “chola y quechuahablante”- que pretende ser una metáfora debeladora y representativa de los problemas de discriminación y construcción de poderes en nuestra sociedad. Son muchas las interpretaciones que se pueden dar al símbolo referido, y si nos referimos al referente primario -el canto de las sirenas en La Odisea-, ¿se trata acaso de que ese canto, ese lenguaje del “otro” -la sirena- es enloquecedor y subversivo, que quiebra el  orden tradicional de las estructuras sociales? ¿De qué “integración” se está hablando como metáfora en el texto escénico, entonces? ¿Se trata de un montaje que combate la discriminación, o que más bien refuerza el ideario excluyente? Que los espectadores saquen sus propias conclusiones.

Dejamos algunos links de entrevistas brindadas por la dramaturga en las que se manifiesta sobre este punto y sobre otros en torno al montaje.

Entrevista brindada a Jorge Eslava:

http://www.larepublica.pe/25-07-2012/da-vergueenza-esa-pituqueria-que-cholea

Entrevista brindada a Lima en escena

http://www.limaenescena.com/2012/07/mariana-de-althaus-si-sembramos-odio-es.html

Crónicas Marcianas

http://blogs.peru21.pe/cronicasmarcianas/2012/07/el-lenguaje-de-las-sirenas.html


Escrito por

Gabriela Javier Caballero

Estudiante de Literatura de la Universidad Nacional de San Marcos; ha llevado un taller de crítica teatral con Sara Joffré y el seminario \"Análisis del trabajo del actor\", dictado por el argentino Jorge Dubatti. Interesada en la crítica y en la investigación


Publicado en

El teatro sabe

teatro, espectáculo, cultura